30/07/2021
En el catálogo de la BRMU
Fue una autora muy prolífica: poesía, novelas, libros infantiles, pero su gran aportación fueron sus diarios y memorias. También fue admirada por críticos literarios y feministas por sus trabajos sobre temas comprometidos de género, sexualidad y derechos de las mujeres.
En 1958, la escritora decide comprar una finca en Nelson, una aldea de Nuevo Hampshire y zona poco habitada a unas horas en coche de Boston. Allí se instala y traslada muebles, libros y otros enseres que heredó a la muerte de sus padres.
Las tareas de restauración de la vivienda, de acondicionamiento del jardín, la adaptación al ambiente rural y a la soledad están bellamente descritas a lo largo de los quince capítulos del libro. Deja ver la influencia de sus padres y de otras personas, cuya memoria ha procurado que se mantenga en la casa, con detalles en la decoración y en la disposición del jardín.
La pasión por la floricultura, que heredó de su madre, tarea a la que dedica bastante tiempo, la lleva a anotar interesantes comparaciones entre la jardinería y la creación literaria, pero sin tratarse de un relato ingenuo, cándido o romántico de la vida rural, Podemos encontrar una prosa excelente con descripciones muy precisas, para leer con calma y saborear este verano.
Entre sus reflexiones y esa comunidad a la que va conociendo y con la que comparte vivencias, supera con ligereza y lucidez los múltiples desperfectos de una casa con su propia historia y disfruta de los días festivos en los que el prado que se extiende ante sus ojos se convierte en el paraíso.
Es una lectura para disfrutar con alegría y que nos invita a estudiar todos esos detalles que nos enamoran de nuestra casa: a ver su luz y buscar la paz en cada uno de sus rincones.