Érase una vez una mariposa llamada Gilberto que vivía en una casita rodeada de margaritas, entre perfumadas azucenas y rosales trepadores. A Gilberto le encantaba estar con las flores y se pasaba todo el día con ellas. Cuando se ocultaba el sol, volvía a su casa. Una mañana, al ir a visitar a sus amigas las flores, se encontró con que todas estaban cerradas.