Esteban Ortiz, psicoterapeuta, continua su ciclo de conferencias en la Biblioteca Regional.
En nuestro desarrollo como especie a lo largo de millones de años la evolución ha optado por primar la supervivencia y la adaptación por encima de la felicidad individual. La evolución ha desarrollado todo aquello que permitía sobrevivir por encima de otras consideraciones. Estamos muy bien construidos para adaptarnos a multitud de nichos ecológicos -de los trópicos a los polos, de los bosques a los desiertos- pero pagamos un precio por esa flexibilidad. La Naturaleza ha primado el miedo y la desconfianza como mecanismos de supervivencia pero eso nos ha hecho propensos a las fobias, los ataques de pánico y a los miedos irracionales. Estamos dotados de multitud de habilidades mentales automáticas que funcionan sin que seamos conscientes de ellas y esto nos facilita la vida pero nos hace sensibles a los sesgos, las rutinas y los estereotipos. Nuestros mecanismos automáticos funcionan a una gran velocidad y, por contraste, la conciencia va mucho más lenta. Muchas veces ni llegamos a darnos cuenta de que algo ha ocurrido y, mientras, nuestro cerebro inconsciente ha procesado varias veces un determinado estímulo, provocando respuestas que no sabemos de dónde vienen y por qué las hacemos.
El 70% del cerebro se desarrolla después de nuestro nacimiento y no se completa hasta los veinte y tantos años. Esto hace que seamos enormemente dependientes de los demás para poder crecer plenamente. Necesitamos largos años de apoyo y educación para poder llegar a ser autónomos. En este sentido, el medio ambiente más importante de nuestros cerebros son las relaciones en las que nos criamos. Si estas son suficientemente saludables, si tenemos la suerte de contar con padres suficientemente sanos, nuestro desarrollo será óptimo. Si no es así, nuestro crecimiento estará perturbado y llegaremos a la edad adulta con una serie de déficits más o menos considerables. La plasticidad del cerebro, la posibilidad de remodelar nuestros circuitos neuronales a lo largo de la vida, da una esperanza de recuperación para todas aquellas personas asoladas por la angustia, la depresión o relaciones muy perturbadas con los demás.
Las buenas relaciones, entre ellas la psicoterapia, son capaces de reparar parte o todo del daño que nuestros cerebros han podido sufrir a lo largo de nuestro desarrollo individual.
